jueves, 6 de diciembre de 2012

ALGO TENDRÁN EN COMÚN


Una fila de estanterías ocupaban las paredes del  despacho, encima de la mesa un teléfono, un cenicero repleto de colillas y un montón de preguntas surgidas de las cenizas de un cigarro. En la calle, como siempre, sonaba la bocina de algún coche y el ruido de una moto entraba por los barrotes de la ventana.  Sentado en su sillón giratorio, el Comisario de policía, Santiago Torres, movía el asiento de un lado para otro, mientras esperaba a su ayudante. 

-Buenos días comisario, -Emilio Gutiérrez interrumpía su meditación- aquí le traigo las fotos y los informes, hemos interrogado a todos los empleados, todos colaboraron sin rechistar. A simple vista son personas corrientes, ninguno parece ocultar nada, es gente de lo más normal. 

-Está bien Emilio, ahora tenemos encima de la mesa los secretos más íntimos de la plantilla de un banco, ¿por dónde empezamos?. -Cogió las fotos en sus manos, las revolvió y se dispuso a tirarlas al aire. Mientras las fotos caían sin orden comentó: los que queden boca arriba serán las personas que investiguemos a fondo.

Solamente cuatro rostros quedaron boca arriba, Amelia Martínez, Alvaro Pérez, Maribel Gómez y Juana González.

-¿Qué tendrán en común estas cuatro personas? –preguntaba ensimismado Santiago-. Amelia es ordenanza, Alvaro es el Director, Maribel es administrativo y Juana es la jefe de informática. 

Colocó cada foto con una chincheta en el mapa de la ciudad que tenía en el tablero de la pared. Situó cada una en su domicilio correspondiente. Resultó curioso comprobar que los cuatro vivían en la misma zona. 

-Un vigilante las veinticuatro horas del día para cada uno de los sospechosos –ordenó. 

Gutiérrez comentó que los sospechosos tenían las mismas costumbres. De casa al trabajo, del trabajo a casa. Los sábados hacían la compra semanal y los domingos salían de excursión, o iban al cine. Nada digno de destacar. 

-Ahora dígame Gutiérrez, qué relación pueden tener estas cuatro personas con Agustín. Ninguno era amigo íntimo, únicamente Amelia tomaba un café con él y de forma esporádica. ¿Tú crees que tenían algún motivo para pegarle un tiro, así a boca jarro? 

Gutiérrez abrió la boca para contestarle, pero Santiago no le dio opción, dejó los informes encima de la mesa y volvió a mirar las fotos. Amelia era morena, con el pelo recogido en una coleta, sus ojos eran negros, las cejas pobladas y una nariz perfecta, tendría treinta y cinco años. Alvaro, el Director, acababa de cumplir los cuarenta, era calvo, los ojos pequeños y la nariz más bien grande. Maribel no parecía tener más de veinticinco, tenía el pelo castaño, los ojos claros y la nariz respingona. Juana era la que aparentaba más edad, cerca de los cincuenta, también era morena, los ojos rasgados y la nariz achatada. 

-Mira Emilio cuando yo interrogo a un sospechoso me fijo en sus labios, los gestos de la boca es lo que más me desconcierta,  la firmeza de las palabras, el sonido de la voz, es como hacer un sudoku, todas las filas tienen que sumar igual, ningún número debe repetirse. Los mismos sonidos delatan nerviosismo, secretos escondidos y sin quererlo el gesto de la boca delata al culpable. 

Emilio escuchaba en silencio, sin atreverse a intervenir.

-Mira -tapó la nariz y los ojos a los cuatro- dejamos a la vista su boca. Alvaro luce un pequeño bigote que cubre la boca medio abierta, parece asustado. Amelia tiene los labios carnosos y parece que sonríe. Maribel luce una boca grande, su gesto no insinúa nada. Los labios de Juana dibujan desilusión y amargura.

-He comprobado los datos de cada uno de ellos –interrumpió Emilio- Alvaro, está casado, tiene cuatro hijos, su principal afición los días de fiesta es ir a andar en bici. Su mujer trabaja de administrativa en una oficina de seguros. Tiene un Bmw, una moto, un golf y un  piso en Salou donde van a pasar las vacaciones de verano y –continuó- Amelia no tiene aficiones aparentes, es soltera, vive en un piso compartido con otras dos personas, no tiene posesiones, todo lo más la casa del pueblo de sus padres donde suele ir a pasar los fines de semana. Cuando regresa llega cargada de verduras y frutas que reparte entre sus vecinos. –dándose un respiro señaló la foto de Maribel- ella  vive con su madre. Los días de fiesta le gusta ir a bailar a discotecas, y alguna vez ha llegado borracha a casa. Y por último Juana, vive sola en una casa de cuatro pisos, no hay vecinos porque la casa está a punto de ser derribada por el ayuntamiento, ella se ha resistido a marcharse, pero algún día le obligarán a abandonar la vivienda.

-Nada hace sospechar que detrás de estos rostros se esconda un asesino, un ladrón o un cobarde, o, lo que sería más sorprendente, un contraespía al servicio de, vete tú a saber, qué clase de mafia –comentó Santiago.

-Como usted dice –Gutiérrez pensaba en voz alta- el robo del mobiliario, la falsificación de facturas, el asesinato de Agustín, qué tienen que ver con una gente que parece honrada, porque si la honradez se lleva grabada en el rostro, los labios delatan mentiras, y la nariz nunca dice nada no entiendo qué parte de su propia personalidad se va a delatar. Lo más sorprendente es que no tienen deudas con hacienda.

-Tenemos delante un duro trabajo Emilio, cueste lo que cueste daremos con el asesino y dejaremos al descubierto la trama de la estafa. Será difícil, pero lo conseguiremos, y ahora, ánimo y manos a la obra.

oooOooo


El director del banco miraba la sala detrás de los cristales de su despacho. Todos los puestos de trabajo estaban ocupados, el ruido del teléfono iba a unido a los movimientos de las manos. Su mirada se paró un momento en la mesa de Agustín, el ordenador estaba apagado, la silla vacía y el teléfono mudo.

Amelia apareció como un fantasma por detrás de la puerta.

-¿Se puede? –dijo- buenos días, aquí le dejo el correo. 

Y se volvió por donde había venido.

Alvaro la observó durante un rato. Hasta que el sonido del teléfono le sacó de sus ensoñaciones.

-¿Diga?
-Le llama su señora –le contestó una voz al otro lado del teléfono.
-Almudena, te he dicho miles de veces que no me llames a la oficina.
-Alvaro que me han llamado del colegio para decirme que Juanito ha pegado a una niña, y me piden que vaya enseguida. Yo no puedo ir porque tengo mucho trabajo.
-Está bien, iré, pero ¿quién ha llamado?
-Ha llamado la señorita Blanca, su tutora.
-De acuerdo, ahora mismo voy.

Amelia acababa de repartir el correo. Tenía la orden de desalojar la mesa de Agustín, debía de vaciar los cajones, tirar lo que no sirviera y toda la documentación que ella considerara importante meterla en un archivador.

Con el alma encogida abrió el primer cajón. Bolígrafos, lápices, gomas de borrar, tacos de calendario pasados, y una agenda que, disimuladamente, se guardó en el bolsillo de la bata pensando echarle un vistazo cuando no hubiese nadie delante. Abrió el segundo cajón y encontró varios expedientes ya caducados, un folio donde había dibujado un croquis y un cuaderno sin estrenar. Metió el folio dentro del cuaderno y pensó que lo utilizaría para anotar los trabajos que diariamente le encomendaban. Le extrañó que la policía no hubiera  revisado la mesa, pero lo que más le extrañó fue encontrarse el móvil encima de la bandeja del correo. Allí seguía, mudo, pero seguro que escondía los secretos más íntimos de su dueño. Se creyó legítima heredera y disimuladamente ocultó el minúsculo aparato debajo de la manga de su vestido.

-¿Qué? ¿has encontrado algún tesoro? –Miguel, el compañero de mesa de Agustín, asomaba la cabeza por encima del ordenador.

-¡Uy! qué susto me has dado, no parece haber nada raro en estos cajones, lo de siempre, lápices, papeles con muchos números, y muchas gomas de borrar, no sé para qué quería tantas gomas.

-Sí que era un bicho raro ese Agustín –comentó Miguel en voz alta.

-A mi no me parecía ningún bicho raro, era una persona normal, quizás un poco impaciente, a lo mejor un poco gruñón –Amelia disculpaba a su amigo- pero porque tenía mucho trabajo, yo no me creo que fuera un ladrón ni siquiera me trago lo que dicen de él, que era un espía infiltrado. 

-Pues una vez yo le vi hurgar en la mesa del Director, recuerdo que le pillé in fraganti, cuando me vio me lanzó una mirada fría y penetrante, imagínate que se me puso la carne de gallina.

-Seguramente que el Director le habría pedido que le buscase en sus cajones, Agustín no era curioso, vamos yo no lo creo. Era muy directo, si te tenía que decir algo de lo decía a la cara, y últimamente las cosas no le debían de ir muy bien, a mi me dijo que su novia le había dejado.

-Pues algo se traía entre manos cuando lo mataron. –Miguel no quiso continuar la conversación sabía que Amelia lo defendería de todos modos.

Amelia siguió limpiando los cajones, encontró una caja de caramelos, la abrió y se encontró varios pendrive, numerados, I, II, III, IV. Los volvió a dejar en su sitio, y siguió con su quehacer.

-¿Qué Amelia, has descubierto alguna pista? –preguntaba Maribel al otro lado de la mesa.

-Ya está bien, ¿no?, dejadme en paz, que tengo muchas cosas que hacer, y que sepáis que Agustín era un buen hombre, él era incapaz de hacerle daño a nadie –Amelia protestaba, incómoda por ser el centro de todas las miradas.

-En eso estamos de acuerdo, él decía siempre que no entendía los motivos que conducen a una persona a matar a otra -contestaba Maribel- era incapaz de matar una mosca, pero no sabemos si era un estafador. Y si su novia lo había dejado seguro que fue por algo.

-Eso solamente lo sabía él, y si tanto te interesa ¿por qué no hablas con su novia? –respondió Amelia.

-Porque no sé quién es, ni como se llama. Además, tengo entendido que la dirección que teníamos de su casa era falsa, él nunca vivió en el domicilio que figuraba en el carnet de identidad, incluso mucho me temo que su DNI era falso. Yo creo que Agustín era un fantasma venido del más allá y nos engañó a todos. Si hasta intentó ligar conmigo –ya lo había dicho, Maribel tenía ganas de que todo el mundo lo supiera-, fue un año antes de que tú llegaras –cerró los ojos intentando evocar el momento, pero fue en balde, el rostro de Agustín se había borrado de su mente.

-Bueno, ya basta, Maribel por favor, que no tengo ningún interés por saber más, y si intentó ligar contigo sería porque habría visto algo bueno en ti.

-Chica como te pones –Maribel se dio la vuelta y volvió a su trabajo.

continuará...

Charo Ruiz
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1 comentario:

El Mismo dijo...

Muy interesante y muy intrigante. La seguiré muy a gusto.