Ese olor a vida hizo que dejara de pensar
en destruir y comenzara a sentir la necesidad de crear un mundo mejor. Allí
estaba ella, con manchas y pegotes de sangre por todo su cuerpo. Llorando
desconsolada ante la nueva situación de su vida independiente. Él abrazándola
no podía más que temblar y comprender que todo había cambiado para siempre.
Para bien.
Los segundos transcurrían sin hacerlo, en
una foto que no quería ser video y que los dejaba retratados para la eternidad.
El dolor había pasado, el sufrimiento fue. Era momento de contemplación, de
respirar hondo y sentir la vida en sus brazos. Adiós a una existencia de odio y
persecución. La vida cobraba otro sentido más profundo, crear un mundo más
habitable, más humano, donde ella pudiera vivir y ser tan feliz como pudiera.