jueves, 2 de agosto de 2012

La caja de bombones


La hermosa melodía de aquella tarde se desvanecía entre las gotas de lluvia que caían sobre el tejado. Las notas musicales se mezclaban con los sonidos que provocaba la tormenta de ideas y palabras que brotaban sin cesar de la cabeza de aquella loca que, pensándose paracaidista, se precipitaba al vacío con una sonrisa en los labios.

Todo comenzó el día que abrió la puerta de su casa y se encontró con una caja de bombones abandonada en la escalera. Miró hacia arriba, después hacia abajo, llamó a los vecinos, pero nadie sabía nada.

Dejó la caja encima del mueble de la entrada y esperó que alguien los reclamara.

La caja de bombones acumulaba el polvo de la esperanza mientras que la etiqueta de la pastelería iba perdiendo brillo.

Y ocurrió lo que nunca debió ocurrir, abrió la caja y se encontró con varios dulces de suave y afectuoso color marrón que reclamaban su atención. Disimuladamente mordisqueó un bombón, un líquido pegajoso brotó del dulce manchando sus labios cuando el sonido de una música lejana llamó su atención, dejó el bombón en la caja y limpiándose los labios salió de la habitación buscando el origen de aquel murmullo. Pero no encontró nada, volvió a mirar hacia arriba y hacia abajo, volvió a preguntar a los vecinos, pero “nadie sabía de dónde provenían aquellos sonidos”.

Subió por las escaleras hasta llegar a la azotea, el sabor dulce del chocolate permanecía en su boca y un susurro musical le envolvía cual papel de celofán adornando una caja bombones.

Fue entonces cuando decidió tirarse al vacío con la esperanza de que alguien encontrara algún día una caja de bombones en la puerta de su casa y supiera quién era su propietario sin necesidad de preguntar sobre la procedencia de la misma.

Charo Ruiz



1 comentario:

Homúnculo dijo...

Estupendo, estupendísimo. No paras de sorprendernos Charo. El microrrelato es justamente esto que acabas de regalarnos, un escape a una realidad que no es más que ficción.