viernes, 15 de junio de 2012

La pandilla de Ignacio


Por momentos tímido, pero siempre contundente en sus clases, Ignacio había sabido transmitir a aquellos imberbes, los conocimientos básicos de la narrativa, de la técnica, del “ser o no ser” que la ficción —por momentos casi real— tiene que dar al paladar de los lectores.

Aún resonaba en sus oídos la voz de Ignacio: “no expliquéis tanto,  quitad esos andamios, diálogos más cortos, esa frase me gusta, menos adjetivos, menos descriptivo, ¡el relato es como poesía en prosa!...” cuando decidieron seguir con esta locura, cuando decidieron reunirse —en el éter— y llevar al universo de lectores sus historias, sus cuentos, sus andamios y más.

Lo hicieron a sus espaldas —y no era un secreto— porque no les quedaba otra forma de enfrentarse a otro verano inútil.  

Relatos, cuentos, micro historias y hasta novelas nacieron de esa conjunción de lucubración y sensatez colectiva que los llevaría a ser únicos. Críticos y autores, el profesor y los practicantes, amigos y colegas; cada vez más personas pasaron por allí y quedaron satisfechos.

A pesar del calor insoportable no se fueron. No era el lugar, no eran ni el aire ni las sombras; lo que los hacía quedarse, era la frescura de sus mentes, la frescura de sus relatos. Ese verano fue uno de los veranos literarios más hermosos para todos ellos, el primero de tantos.

1 comentario:

charo dijo...

Enhorabuena, me ha encantado la presentación, yo por mi parte espero seguir dando la tabarra todo lo que haga falta.