sábado, 23 de junio de 2012

ACABABA DE COGER EL TREN.


Acababa de coger el tren. Un asunto le traía entre manos. La ciudad era grande, pero él ya no vivía en ella. Había ido para un asunto privado. En otro momento, o quizás ya en otra vida moró, pero ahora de aquello sólo le quedaba un recuerdo. Y literalmente, “solo”, pues todo había cambiado. Ya nada se veía igual. Aquellos ojos de chico que todo lo miraban por primera vez ya habían desaparecido por completo. En su lugar, unos ojos más vividos, remiraban lo ya visto. Sus compañeros de tren poco interés mostraban en lo que había a su alrededor, poco les importaba, para ellos, demasiado conocido todo, demasiado triste. El tren corría, corría, no se paraba y aquellos hombres y mujeres dormían, leían, miraban al frente, con la mente puesta en otra parte, posiblemente en el hogar, dulce hogar. Las ventanas se podían perfectamente haber quitado y no se hubiera notado nada. La luz del interior del vagón al llegar la noche se reflejaba en el cristal y no se veía nada pero tampoco había nada.

Los lugares por donde pasa una vía de tren no tienen atractivo. A nadie le gusta quedarse en ella, ni siquiera a las plantas. El metal, el “ferro carril” lo domina todo y ahuyenta a la naturaleza que deja paso al desierto. En cuanto a él, el tren le llevaba a su quehacer, el cual quería quitarse de encima cuanto antes, como a su vez quería regresar de su pasado a su presente, donde a estas alturas de su vida radicaba su ser. Su pasado suponía en realidad una transposición a un mundo que ya dejó de existir hace ya mucho tiempo, como decíamos, hace ya otra vida.

2 comentarios:

Homúnculo dijo...

Muy bien, buen comienzo Iñaki! Me dejas con demasiada intriga... A qué va a la ciudad? Keremos más!

charo dijo...

Para mí las estaciones de tren son lugares donde comienza o termina una historia. El relato, como el tren, tiene varias paradas en estaciones distintas, tal vez la próxima estación sea la de autobuses.